Carolina González Arias

martes, 7 de octubre de 2014

Paciencia...lo bueno llega

Yo soy ferviente seguidora de la idea de que la paciencia siempre da buenos frutos. No es fácil, en eso estamos claros, y menos en esta época de prisas e instantaneidades en la que todo lo queremos para ya.  Nos recomendaba Ralph Waldo Emerson en el siglo XIX: "Adopte el ritmo de la naturaleza; su secreto es la paciencia". Y antes de él, en el XVIII, Benjamín Franklin decía: "Con la paciencia y la tranquilidad se logra todo...y algo más".  Yo estoy de acuerdo con ellos.

Ya hace un tiempo escribí sobre la paciencia. Fue en los días en los que comencé a "entrenarme" en ella. Y recuerdo haber citado a un escritor venezolano, Rafael Osío Cabrices, quien decía en un artículo que él había descubierto que la paciencia se puede entrenar  “como a un músculo, con flexibilidad, con templanza y con tenacidad, y que se puede ser paciente sin ser pendejo, sin ser lento, sin ser abúlico y sin ser conformista”.

Han tenido que pasar muchas cosas en mi vida para que yo lograra entender las bondades de la paciencia, de la calma, de la confianza, en fin, de lograr mantener algo de orden en mi clóset mental. Pero las cosas siempre pasan por algo (a mucha gente le molesta esta idea...hasta que la entienden) y el tiempo se ha encargado de demostrármelo.

El dedicarme a lo que me apasiona como es la corrección de textos, el tener mi página web y haber publicado el libro que había soñado desde hacía tanto tiempo, ha sido fruto de esperar en calma, actuar en sintonía con lo que me apasiona, enfocarme en eso y agradecer cada pequeño logro como si alcanzara la cima del Everest.

¿A qué viene todo este bla, bla, bla? A que después de dos años de haberle escrito a Eli Bravo preguntándole si podía prologar mi libro y haber tenido la dicha de que decidiera hacerlo,  después de un año de haber bautizado el libro y sacarlo a la luz y unos meses después de haber comenzado a trabajar en la corrección de sus libros...al fin, pude conocerlo en persona y darle el abrazo que tenía guardado para él.

La mejor prueba a mi paciencia y confianza fue lo que sucedió ese día. Eli daría una conferencia en mi ciudad (Activa tu inspiración) y quedamos en que nos veríamos para conversar y para que él me entregara los ejemplares de los libros que le había corregido y que ya estaban a la venta. Conversamos telefónicamente varias veces esa tarde tratando de cuadrar los minutos para encontrarnos antes de su conferencia y sentarnos con calma a hablar. Pero cada vez surgía algo y la posibilidad del encuentro se desvaneció.

Confieso que de haber sucedido esto unos años atrás, ante la primera dificultad me hubiera puesto a llorar y a preguntarme: ¿Por qué a mí? ¿Por qué todo se hace tan difícil? Esa tarde, mi cesto de paciencia y confianza estaba lleno y una vez que decidimos que esperaríamos al final de la conferencia a que él terminara de atender a los asistentes que quisieran conversar y tomarse fotos con él para sentarnos unos minutos a conversar rapidito, lo asumí con una tranquilidad que a mí misma me sorprendió.

Pero la verdadera sorpresa estaba por llegar. Me fui con mi hijo temprano para lograr un buen puesto y disfrutar de la charla de Eli desde bien cerquita. Gracias a mi amiga Yenny Medori, de Elefantes y Ratones, así fue. Primera fila. Mejor imposible.

Foto de Jorge Buinizkiy


Luego de una conferencia sencilla, inspiradora y directa al corazón, recibí una de las sorpresas más bonitas de mi vida. Al terminar, Eli pidió unos minutos para entregar unos libros a tres asistentes. Entregó los primeros dos y entonces comenzó a hablarle al auditorio maravillas de una persona a la que agradecía su trabajo. Puros elogios salían de su boca para esa persona...¡que resulté ser yo! No te puedo explicar mi falta de palabras, ni las ganas de llorar de la emoción, ni la temblequera de mis piernas. En ese momento, Eli tomó los dos libros y me llamó a recibirlos. Allí después de dos años de aquel primer correo le pude dar el abrazo lleno de agradecimiento y cariño que le tenía reservado.





Nunca sabemos por qué pasan las cosas, ni por qué algunas veces pareciera que no salen como uno las esperaba o las deseaba. Yo me estoy acostumbrando a tener la paciencia necesaria para disfrutar la sorpresa que me espera, siempre tengo confianza en que será agradable y superará cualquier expectativa. No me ha fallado.


Cada vez que tengo la tentación de exasperarme porque las circunstancias no son las que yo quiero, o porque pasan cosas que no son de mi agrado, respiro profundo y recuerdo momentos como este con Eli en los que la paciencia y la confianza han resultado ser la mejor decisión. 

Prueba a entrenar tu paciencia, cuéntame cómo te va. Yo, mientras, seguiré por aquí poniendo ladrillos en mi vida en construcción. 

3 comentarios:

  1. "Paciencia...lo bueno llega". Justo para mí. Hasta me puse a llorar y todo. Últimamente he estado muy susceptible. Sé y te creo que "las cosas siempre pasan por algo" me hace feliz que seas feliz. Que sigan lloviendo bendiciones. Muack!

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  2. Gracias por tan bello e inspirador relato. Escribes muy bien felicidades por la construccion de tu vida

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