Carolina González Arias

martes, 9 de octubre de 2012

Las enseñanzas de mis cilantros


Durante estos días mucha gente en mi país está triste y decepcionada. Y es lógico, después de un proceso de elecciones (o en un partido de fútbol o un juego de cartas) siempre hay un ganador y un perdedor.  Unos celebrarán el triunfo y otros llorarán la derrota. Lo importante es cómo asumimos ambos escenarios.

Yo también me puse triste, no lo niego. Quería un cambio y a pesar de desearlo mucho no se dio. Pero algo sucedió cuando me levanté de mi cama luego de esa noche de tristeza: me asomé a la ventana de mi cocina y vi que el sol había salido de nuevo, que los pájaros que se paran cerca de mi ventana seguían cantando y que mi gato, como siempre, vino a ronronear a mis pies. Allí pensé: caramba, la vida sigue a pesar de todo.

Luego, revisé la maceta donde hace días sembré algunas semillas de cilantro y aunque usted no lo crea, en ese momento esos pequeños brotes verdes se convirtieron en mis gurús, tal como lo hizo mi gato Tintín hace un tiempo. (En este punto o me dejas de leer porque piensas que se me salió un tornillo, o sigues por curiosidad para ver qué carrizo va a escribir esta mujer).



Mis brotes de cilantro me hicieron reflexionar sobre varias cosas:

1- Que el tiempo de Dios es perfecto. No siempre lo entendemos porque nuestra impaciencia hace que deseemos obtener lo que queremos ya, al instante, cuando lo invocamos, pero resulta que no siempre tenemos lo que deseamos al estilo Polaroid porque, entre otras cosas, no siempre estamos listos para obtenerlo y disfrutarlo. Cada cosa llega a su hora y en su lugar. A mí me gusta mucho esa frase (El tiempo de Dios es perfecto) porque  el Dios del que yo hablo no está encerrado en ninguna religión (no milito en ninguna),  para mí el concepto de Dios es la energía que mueve al planeta y todo lo que en él se encuentra, por tanto Dios es parte de todo, en cada célula de mi cuerpo está Dios. Es mi pensamiento y mi acción y es tu pensamiento y la acción del otro. Es mi consciente y mi subconsciente, pero también el del otro. La inteligencia universal (me encanta llamar a mi concepto de Dios así) está todo el tiempo tratando de calzar piezas como un rompecabezas. Cuando todo calza, logramos lo que queremos. Allí veo yo el tiempo de Dios, ni antes ni después de que yo esté lista.

¿Por qué pensé esto viendo mis brotes de cilantro? Porque desde que las sembré, todos los días he revisado desesperada esa maceta para ver el primer brote, pero fueron saliendo cuando tenían que salir, ni antes ni después. De hecho, a pesar de que sembré todas las semillas al mismo tiempo, unas han ido saliendo primero y otras han tardado más. Saldrán cuando estén listas. No hay desespero. Una de ellas, por cierto, no ha soltado la cascarita que la cubría como semilla, pero ella está erguida, orgullosa, y cuando esté lista lo soltará para desplegar sus hojitas olorosas.

2-  Eso me lleva a la segunda reflexión originada por mis pequeños cilantros. Cuando deseas algo debes creer. Ese es el punto más difícil, pienso yo. Solemos desear que pase algo, nos entusiasmamos, decimos sí, sí, sí a ello, pero siempre ponemos un pero. Siempre tenemos ese pequeña duda, parece que no podemos deshacernos de ese “y si no” (“y si no gano”, “y si me hacen trampa”, “y si no tengo el dinero suficiente”, “y si no me siento bien ese día”, “y si no…). Las células de mis semillitas de cilantro no hicieron esas maquinaciones, la inteligencia universal que no sabe de frenos las llevó a seguir el camino, a avanzar cada minuto en la dirección correcta y una vez afuera cada día miran hacia la luz y nunca las he visto voltear hacia atrás para quejarse por la oscuridad detrás de ellas. Saben que en la luz está la vida y hacia allí se enfocan. La duda es uno de los mayores frenos que tiene el ser humano para lograr lo que desea.

3- Mi tercer aprendizaje cilantrístico es que los obstáculos están para superarlos. No podemos sentarnos a llorar frente a la piedra que nos aparece al frente. No lograrás nada sentándote a rumiar la desgracia de tener esa piedra en la mitad del camino. Si te paralizas, allí te quedas, estancado y sin avanzar. Los obstáculos o los saltas o los rodeas. Es la única manera de crecer y vivir el camino. Imagina que estás enterrado en un lugar oscuro, es aterrador ¿verdad? Estando en ese caso debes tomar una decisión, o te paralizas y te quedas enterrado, o asumes que debes remover la tierra que tienes alrededor y salir de allí. Es lo que hicieron mis cilantritos. Dentro de ese mundo oscuro sabían que la luz estaba en algún sitio y quitaron los obstáculos que tenían por delante para conseguirla.

A lo mejor mis brotes de cilantro tienen muchas cosas más que enseñarme y cuando así sea, estaré allí para que me muestren cuán sabia es la fuerza que los creó, no solo a ellos sino a mí y todo lo que existe en el universo. No hay apuro, yo esperaré cada día que me enseñen algo nuevo para ir poniendo otro ladrillo en mi vida en construcción.

6 comentarios:

  1. Me encantan tu Dios y tu aprendizaje cilantristico.
    En cuanto a la frasecita.... :S pagaria por no escucharla mas. Creo que en los ultimos dias se convirtio en ruido.

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  2. Jajajajaja!!. Bueno, ahora que va a llegar el frío te pones orejeras antiruidos ;)

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  3. Carooooo en buen momento me llega tu reflexión. Me da consuelo. Gracias. Y sí... la vida sigue a pesar de todo. Pa' lante y más na'. Un abrazo grandote!

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  4. LA FELICITO,DA NUEVAS ENERGIAS PARA SEGUIR LUCHANDO,EL ESPIRITU SE RENUEVA CADA DIA Y CADA DIA TENEMOS NUEVAS ENSEÑANZAS,CADA DIA NACEMOS ,,FELIZ DIA

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