Durante
estos días mucha gente en mi país está triste y decepcionada. Y es lógico,
después de un proceso de elecciones (o en un partido de fútbol o un juego de
cartas) siempre hay un ganador y un perdedor. Unos celebrarán el triunfo y otros llorarán la
derrota. Lo importante es cómo asumimos ambos escenarios.
Yo también me puse triste, no lo niego. Quería un
cambio y a pesar de desearlo mucho no se dio. Pero algo sucedió cuando me
levanté de mi cama luego de esa noche de tristeza: me asomé a la ventana de mi
cocina y vi que el sol había salido de nuevo, que los pájaros que se paran cerca de mi
ventana seguían cantando y que mi gato, como siempre, vino a ronronear a mis
pies. Allí pensé: caramba, la vida sigue a pesar de todo.
Luego, revisé la maceta donde hace días sembré algunas
semillas de cilantro y aunque usted no lo crea, en ese momento esos pequeños
brotes verdes se convirtieron en mis gurús, tal como lo hizo mi gato Tintín
hace un tiempo. (En este punto o me dejas de leer porque piensas que se me
salió un tornillo, o sigues por curiosidad para ver qué carrizo va a escribir
esta mujer).
Mis brotes de cilantro me hicieron reflexionar sobre
varias cosas:
1- Que el tiempo de Dios es perfecto. No siempre lo
entendemos porque nuestra impaciencia hace que deseemos obtener lo que queremos
ya, al instante, cuando lo invocamos, pero resulta que no siempre tenemos lo que
deseamos al estilo Polaroid porque, entre otras cosas, no siempre estamos
listos para obtenerlo y disfrutarlo. Cada cosa llega a su hora y en su lugar. A
mí me gusta mucho esa frase (El tiempo de Dios es perfecto) porque el Dios del que yo hablo no está encerrado en
ninguna religión (no milito en ninguna),
para mí el concepto de Dios es la energía que mueve al planeta y todo lo
que en él se encuentra, por tanto Dios es parte de todo, en cada célula de mi
cuerpo está Dios. Es mi pensamiento y mi acción y es tu pensamiento y la acción
del otro. Es mi consciente y mi subconsciente, pero también el del otro. La
inteligencia universal (me encanta llamar a mi concepto de Dios así) está todo
el tiempo tratando de calzar piezas como un rompecabezas. Cuando todo calza,
logramos lo que queremos. Allí veo yo el tiempo de Dios, ni antes ni después de que yo
esté lista.
¿Por qué pensé esto viendo mis brotes de cilantro?
Porque desde que las sembré, todos los días he revisado desesperada esa maceta para
ver el primer brote, pero fueron saliendo cuando tenían que salir, ni antes ni
después. De hecho, a pesar de que sembré todas las semillas al mismo tiempo,
unas han ido saliendo primero y otras han tardado más. Saldrán cuando estén
listas. No hay desespero. Una de ellas, por cierto, no ha soltado la cascarita
que la cubría como semilla, pero ella está erguida, orgullosa, y cuando esté
lista lo soltará para desplegar sus hojitas olorosas.
2- Eso me lleva
a la segunda reflexión originada por mis pequeños cilantros. Cuando deseas algo
debes creer. Ese es el punto más difícil, pienso yo. Solemos desear que pase
algo, nos entusiasmamos, decimos sí, sí, sí a ello, pero siempre ponemos un
pero. Siempre tenemos ese pequeña duda, parece que no podemos deshacernos de
ese “y si no” (“y si no gano”, “y si me hacen trampa”, “y si no tengo el dinero
suficiente”, “y si no me siento bien ese día”, “y si no…). Las células de mis
semillitas de cilantro no hicieron esas maquinaciones, la inteligencia
universal que no sabe de frenos las llevó a seguir el camino, a avanzar cada minuto en la dirección correcta y una vez afuera cada día miran hacia la luz y nunca
las he visto voltear hacia atrás para quejarse por la oscuridad detrás de
ellas. Saben que en la luz está la vida y hacia allí se enfocan. La duda es uno
de los mayores frenos que tiene el ser humano para lograr lo que desea.
3-
Mi tercer aprendizaje cilantrístico es que los obstáculos están para superarlos.
No podemos sentarnos a llorar frente a la piedra que nos aparece al frente. No
lograrás nada sentándote a rumiar la desgracia de tener esa piedra en la mitad
del camino. Si te paralizas, allí te quedas, estancado y sin avanzar. Los
obstáculos o los saltas o los rodeas. Es la única manera de crecer y vivir el
camino. Imagina que estás enterrado en un lugar oscuro, es aterrador ¿verdad?
Estando en ese caso debes tomar una decisión, o te paralizas y te quedas
enterrado, o asumes que debes remover la tierra que tienes alrededor y salir de
allí. Es lo que hicieron mis cilantritos. Dentro de ese mundo oscuro sabían que
la luz estaba en algún sitio y quitaron los obstáculos que tenían por delante
para conseguirla.
A
lo mejor mis brotes de cilantro tienen muchas cosas más que enseñarme y cuando
así sea, estaré allí para que me muestren cuán sabia es la fuerza que los creó, no solo a ellos sino a mí y todo lo que existe en el universo. No hay apuro, yo
esperaré cada día que me enseñen algo nuevo para ir poniendo otro ladrillo en
mi vida en construcción.
Me encantan tu Dios y tu aprendizaje cilantristico.
ResponderEliminarEn cuanto a la frasecita.... :S pagaria por no escucharla mas. Creo que en los ultimos dias se convirtio en ruido.
Jajajajaja!!. Bueno, ahora que va a llegar el frío te pones orejeras antiruidos ;)
ResponderEliminarHermoso...
ResponderEliminarCarooooo en buen momento me llega tu reflexión. Me da consuelo. Gracias. Y sí... la vida sigue a pesar de todo. Pa' lante y más na'. Un abrazo grandote!
ResponderEliminarUn beso, preciosa.
ResponderEliminarLA FELICITO,DA NUEVAS ENERGIAS PARA SEGUIR LUCHANDO,EL ESPIRITU SE RENUEVA CADA DIA Y CADA DIA TENEMOS NUEVAS ENSEÑANZAS,CADA DIA NACEMOS ,,FELIZ DIA
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