Hace unos días tuvimos una mañana de cabellos de plata junto a mi amiga Emi. En
varias ocasiones les he hablado de esta maravillosa mujer que desde hace 17
años me corta el cabello. No voy a repetir aquí esas características de ella que la hacen tan
especial. No voy a hablar de su sonrisa permanente, de su capacidad para borrarte
el estrés del alma cuando te sientas en su silla y pone las tijeras a
funcionar, de su conversación imparable y sabrosa, de la energía positiva que
siempre te entrega y te recarga las baterías. De esas cosas ya les he hablado
aquí y aquí.
Hace unas semanas fui a cortarme el cabello y como
siempre Emi me preguntó por mi familia y particularmente por mis padres,
quienes debido a su avanzada edad y problemas de salud (de ellos y míos) viven
en un lugar donde los cuidan maravillosamente. Mi madre, quien siempre ha sido
coqueta, también siempre ha puesto su cabello en manos de Emi. Al preguntarme
por ella le comenté que tenía que organizarme para poder ir a buscar a mi mamá
y llevarla para que le cortara el cabello, pues si hay algo que no se borra de
su memoria es su coquetería y el gusto por tener su cabello corto.
Emi me sorprendió diciéndome que si yo quería ella iba
a cortarle el cabello a mi madre (que no está muy cerca que se diga) y de paso le
cortaba el cabello a las otras abuelitas que conviven con ella como un regalo de Navidad. Así lo hicimos.
No hay palabras para explicar el cariño que Emi puso en el cabello de cada
abuelita. Las hizo sentir hermosas (aunque todas lo son) regalándole un cariño
a sus cabellos plateados.
Fue una mañana llena de energía bonita. Emi, más allá
de un corte de cabello le dejó a cada abuelita energía de la buena, cariño del
corazón y una caricia en el alma de cada una de ellas. Aunque la mayoría de
esas abuelitas viven en su propio mundo de recuerdos olvidados, estoy segura de
que la visita de Emi y sus tijeras mágicas llegó a un lugar dentro de ellas que
está más allá de lo que se recuerda con la razón.
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Emi y Concha (mi mamá) |
Hay gente que llega a tu vida y se instala. Yo tengo
la suerte de tener a Emi en la mía. Por eso cada vez que me corto el cabello
siento que pongo un nuevo ladrillo en mi vida en construcción.
Demasiado lindo.Se nos clava en el corazón al recordar a nuestros seres canosos de viaje a otros mundos, a los que en cualquier momento seguiremos.
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