Carolina González Arias

viernes, 13 de noviembre de 2009

Nunca descabellada

Hoy me dio por escribir del cabello, luego les cuento porqué, y comencé a navegar por allí a ver qué salía sobre este tema tan especial para nosotras las mujeres y por qué vamos a negarlo, para los hombres también.
Fíjense que algo que tomamos como exceso de vanidad, a través de la historia ha sido muy importante. Quién lo hubiera dicho. Parece traído por los cabellos, pero no.
Averigüé, por ejemplo que desde épocas muy antiguas ha tenido el significado de fuerza, femineidad y hasta pertenencia a algún grupo social. Lo de fuerza y femineidad lo entendí clarito, porque son como sinónimos. (Perdón a los machistas que pasen por aquí).
Ahí está Medusa, a quien Afrodita castigó convirtiendo su hermosa cabellera en un pocotón de serpientes, o sea, como ir a un mal peluquero y que te haga un mal corte. Claro que lo de las serpientes le quedó para siempre a la pobre Medusa.
Otro cabello famoso el de Sansón. El tipo era extremadamente fuerte gracias a su cabellera y vino Dalila (quién sabe si le envidiaba su bella melena), se lo cortó cuando estaba desprevenido y el pobre quedó que ni para abrir botellas sirvió.
En Egipto por ejemplo, los pobres se tenían que conformar con el pelito que Dios les dio. Ahh, pero los poderosos gozaban del privilegio de usar diferentes modelitos de pelucas para demostrar su poderío. ¿No es como darle mucha importancia a la cuestión?
Hasta las brujas tenían su poder en sus cabellos, según creían en la Edad Media. A las pobres les rapaban la cabeza antes de quemarlas. Yo creo que les dolía más el corte que la quemazón.
Bueno, en fin, que ya estamos en el siglo XXI y todavía el cabello ejerce una fascinación en la mayoría de nosotros. Eso sí, hay que estar pendientes si está de moda el liso completo, el liso con ondas, los rulos, el rizado, el corto, el largo, el que llega a los hombros. Bueno, que el cabello es una parte esencial de nuestra vida y su cuidado, ni se diga.
Claro, yo también entro en ese combo. Cuando voy a la farmacia (que aquí, no sé en otros países, venden de todo además de medicinas) voy al pasillo de los productos para el cuidado del cabello y es increíble la cantidad de posibilidades que hay. Para pelo liso; para definir los rizos; para cabello maltratado por el sol; para cabello maltratado por el tinte; para puntas chuecas; para raíces rebeldes; para cabellos desobedientes (ese de verdad no lo he entendido bien); para el corto; para el largo; para el negro, el rubio, el rojo y demás colores de la paleta.
En fin, que el cabello y su cuidado da para mucho. Pero ¿saben qué? yo no comencé a escribir para hablar de la historia del cabello, ni de sus cuidados. Realmente, comencé a escribir este post mentalmente cuando mi estilista me daba un rico masaje capilar mientras lavaba mi cabello. Qué delicia es que te activen las terminaciones nerviosas del cuero cabelludo. Te olvidas del mundo. Es un momento para ti solita/o.
El corte es algo que también me encanta. El manejo de las tijeras por parte de Emi, mi estilista, es como una coreografía. Un mechón por aquí, otro por allá, mide, observa, alborota con los dedos y al final, siempre, y digo SIEMPRE, salgo satisfecha con el resultado, además de relajada y contenta. No sé, pero cada vez que voy a cortarme el cabello con Emi (ya son diez años) me pasa lo mismo.
Ella es un torbellino de energía. Si llegas decaído, sus manos y tijeras te cambian el ánimo enseguida. Conversa que es una maravilla, te entretiene, te psicoanaliza, te da consejos. En fin, yo no cambio a Emi por otra porque mi cabello, como lo vimos al principio es demasiado importante.
Bien, eso era lo que quería contarles, que había ido a hacerme un cariñito en el cabello y que eso siempre resulta terapéutico en mi caso. Me imagino que a muchos de ustedes les debe pasar lo mismo. Sin querer descubrí que darle una manito de gato a mi cabello de vez en cuando también es un ladrillito en mi vida en construcción.
Safe Creative #1005216352164

jueves, 5 de noviembre de 2009

Mi amiga Jackie

Hoy estoy particularmente feliz. Inmensamente feliz diría yo. Tengo una sensación de gozo, de contento, de alegría. Póngale usted el nombre que quiera a ese “no sé qué” que se siente cuando uno ve como la vida fluye, como las cosas pasan, como los sueños se cumplen. Recientemente escribí un post precisamente sobre los sueños cumplidos y el disfrute del camino hasta llegar a ellos. Hoy voy a volver a hablar de un sueño cumplido. No es mío, les adelanto, pero por la forma como me late el corazón y se me aguan los ojos, es como si lo fuera.
¿Se acuerdan de mi grupo de cuarensexies que les nombré un día? Bien, una de ellas es Jackie. JackieRu le digo yo para diferenciarla de otra Jackie de nuestro té de las cinco. JackieRu, se mudó hace unos años a Canadá. Dejó todo y con su familia decidió comenzar una vida nueva en otro país, con todas las dificultades que eso significa.
No la pasó muy bien mi amiga los primeros tiempos (creo que a todos los inmigrantes les pasa) y encontró en la fotografía una manera de drenar sentimientos y devolver de alguna forma cada cosa a su lugar. Se apasionó de una manera tan especial que decidió que ese sería su futuro, su forma de vida. De paso les digo que sus fotos no son bonitas, son bellísimas, espectaculares, denles una ojeada aquí.
Jackie comenzó a tener el sueño de convertir el hobbie en su trabajo. Un site daba vueltas en su cabeza, un lugar para ofrecer sus servicios y que el mundo entero pudiera ver las maravillas que hace.
Pasaron meses. Jackie se desveló, caminó, fotografió como loca, dejó sus ojos en la pantalla, para lograr un día el sueño tan querido.
Hoy Jackie lo hizo. Hoy dio a luz su site. Un lugar hermoso donde no sólo ofrece sus servicios de fotografía sino que ofrece su alma, porque ella no fotografía con la cámara, ella lo hace con el alma. La cámara es una excusa que ella utiliza para sacar de personas, cosas y paisajes, la esencia vital de cada una de ellas. Una hoja en otoño es más que una hoja en otoño cuando la fotografía Jackie. La hoja se convierte en un sentimiento, en una dulzura en los ojos y una fresca brisa en el corazón. (Perdonen lo cursi, pero es que una vez que uno comienza a ver las fotos de mi amiga, se hace adicto a las bellas sensaciones que producen).
Hoy estoy inmensamente feliz porque Jackie cumplió su sueño. Hoy todos podemos visitar su página http://www.jackierueda.com . Visitarla es conocerla, es toda ella, puso alma y corazón en hacer que su página reflejara lo que ella es.


Jackie puso hoy otro ladrillo en su vida en construcción y con eso nos invita a todos a que sigamos poniendo ladrillos en las nuestras porque los sueños se cumplen.
Safe Creative #0911104858100

martes, 3 de noviembre de 2009

Ikigai

En estos días en una de las revistas dominicales leí algo que me llamó la atención. Era un reportaje que hablaba sobre cómo mantener la lozanía del cerebro. Lo leí con interés porque, vamos a ser honestos, los años no pasan en vano y si hay algo que quiero tener bien mantenidito es mi cerebro, claro, en conjunto con el cuerpo.
Una parte de ese escrito hablaba de algo que los japoneses de Okinawa, que es una de las poblaciones más longevas del mundo, denominan Ikigai, que quiere decir “el motivo para despertarse al día siguiente”. En fin, que lo del Ikigai me quedó dando vueltas en la cabeza, porque explicaba que una de las formas de mantener joven el cerebro es tener una razón por la cual vale la pena la existencia de uno.
Pero este post no es para darle una clase de cómo mantener joven el cerebro, ni sobre el Ikigai porque a decir verdad, de eso no sé mucho. Lo que me llevó a empezar a darle a las teclas fue que esas frases en el reportaje me hicieron recordar un episodio en mi vida que en su momento me hizo pasar una rabieta pero que hoy me causa mucha gracia, y cada vez que lo recuerdo me hace esbozar una sonrisa.
Estaba haciendo una Especialización en Imagen Corporativa y todo me iba bien porque en todas las materias tenía la máxima nota (20). Nos tocó una materia que les juro que ni siquiera me acuerdo del nombre porque el episodio me hizo borrar la materia y a la profesora de mi memoria.
Recuerdo que la profesora se dedicó a explicarnos el bendito tema del planteamiento de la Visión y Misión de las empresas. En un alarde de simpatía (la pobre por más esfuerzos que hacía no había Dios que hiciera que nos cayera un poquito en gracia) la susodicha nos dice que hagamos un ejercicio personal y divertido como trabajo para nuestro próximo encuentro. El cometido era plantearnos una Visión y una Misión pero a nivel personal. Todo vale, decía, véanse ustedes como una empresa y creen su Visión y Misión.
Pan comido. Yo estaba clarita (y embarazadísima de mi segundo hijo). Comencé a redactar mi Visión y Misión en la vida. Las palabras exactas que puse no las recuerdo porque la muy (no sé qué adjetivo poner aquí), no me devolvió mi trabajo.
Llegó el día de exponer nuestros trabajos y me toca mi turno. Yo y mi inmensa panza nos paramos, aunque la simpática me decía: “si quieres lo puedes hacer sentada”. Habrase visto, tratarme como si no pudiera pararme. Partí diciendo que para declarar la Visión no habia que redactar un testamento porque la esencia se pierde en la telaraña de las palabras. Mi Visión simplemente era “Tratar de ser feliz cada momento y lograr que los demás también lo fueran”. Madre de Dios, que bravura agarró esa señora. Me miró con cara de pocos amigos y me habló como la profesora Dolores Umbridge a Harry Potter:” ¿ Eso es todo? ¿Esa es tu Visión?”
Mis compañeros no respiraban. Giraban los ojos de un lado (donde estaba yo) al otro (donde estaba ella). Sí (lacónico y sin emociones agregadas), le dije. ¿Por qué? le pregunté.” Esa no puede ser tu Visión en la vida”, me dijo. “¿Cóooomo?” (ahí sí con emociones agregadas), le contesté, “es la única Visión que tengo en la vida para que sepa”.
Otra vez las miradas de mis compañeros. Ella insistía en que mi Visión tenía que ser convertirme en la periodista más famosa del país, o ser la escritora más renombrada del planeta. Cuando terminó de decir sandeces, empecé un discurso (les prometo que no lo voy a escribir completo) diciéndole: mire señora, todo eso que usted está diciendo y más son las cosas que nos hacen ser felices cada minuto, sí quiero ser una buena periodista, una escritora, una madre extraordinaria, una esposa espectacular, gozar de respirar cada segundo, ver el sol cada día, oler una flor en el camino. Ahí me extendí hasta que dije: ¿me explico? Mi Visión en la vida es tratar de ser feliz porque todo lo que uno hace en la vida tiene ese destino.
El discurso fue más largo. Luego hablamos de la Misión, lo que ya daba como para que nos arremangáramos las mangas, pero éramos mujeres y yo tenía un balón como de 11 kilos encima, además del poco glamour en un aula de Postgrado. Me ofreció que rehiciera el trabajo para evaluarme mejor, que ella entendía que en mi estado (EN MI ESTADO) las mujeres nos poníamos un poco sensibles. Hulk era Lassie comparado conmigo en ese momento, le dije que no, que si uno podía cambiar su Visión en la vida con la facilidad que ella pretendía, no valía la pena ni ponerse a plantearse una Visión.
Claro, al final ella ganó porque me calificó con 18 lo que hizo que mi promedio bajara unas décimas, pero por ninguna razón le di mi brazo a torcer.
¿Por qué el Ikigai me hizo recordar ese episodio? Porque sigo creyendo en mi Visión, creo que cada día, si estamos atentos, vamos a encontrar mil motivos para que la existencia valga la pena, y para querer despertarnos al día siguiente.
No sé qué será de esa profesora. Ni de su nombre me acuerdo. Lo que me hace recordar que tengo que seguir las recomendaciones del reportaje que leí para mantener en forma mi cerebro, y quién sabe si en una de esas me viene a las neuronas el nombre de la susodicha y la busco para ver si tiene Ikigai en su vida.
Yo sí lo tengo, y cada ikigai que asumo es un ladrillo más en mi vida en construcción.

Safe Creative #0911104858124