Ya
llegó esa época del año en la que la constante inoculación
de espíritu navideño intravenoso en dosis masivas nos hace olvidar
muchas cosas, recordar otras tantas, correr de un lado a otro buscando “aquel
regalo” y plantearnos listas de propósitos llenas de muchas buenas
intenciones…que generalmente no se cumplen.
Si
has leído hasta aquí quizá me puedas tildar de Grinch y no te quitaría yo
razón. Algo de eso hay. Realmente no soy de las que pasa el año esperando que
llegue diciembre, pero tampoco te puedo decir que no me dejo llevar por la
marea navideña, de hecho preparo mis hallacas y pan de jamón cantando “El burrito sabanero”, “Santa Claus is coming to town” y
las gaitas de Guaco y Maracaibo 15 (mis favoritas de
siempre).
Pongo
mi arbolito de navidad como todo el mundo, pero eso sí con los colores
tradicionales, rojo y verde con toques plateados y dorados.
Nada de cambiar cada año de color como si Navidad fuera una moda. Pongo mis
pesebres, mis cojines festivos, mi mantel rojo y trato de que no falte mi Flor
de Navidad en el centro de la mesa.
¿Y
entonces, Carola, cuál es tu rollo con esta temporada? Sé que me preguntas
eso en este momento y yo te contesto: No tengo ningún rollo raro con la
Navidad, simplemente me parece que exageramos mucho en este último mes del año
y nos desinflamos los otros once.
Desde
noviembre comienza el bombardeo de cuñas, vallas, folletos navideños,
decoraciones festivas y mensajes de “amor y paz”. Lo que me gustaría, te
confieso, es que ese espíritu alegre en el cual el amor por los demás llega a
niveles muy bonitos, durara todo el año. Es una cuestión de ser consecuentes.
¿Por qué ser buenos, amables, regalones y sonrientes durante este mes y luego
pasar once meses con resentimientos, rencores, culpas y gritos en el tráfico,
por decir lo menos? ¿Me explico? No entiendo cómo la gente se convierte en una
cosa en diciembre y en otra el resto del año. Como un Jekyll y Mr. Hyde de
temporada, pues.
No
es que quiera que la Navidad dure todo el año. No creo poder aguantar 365 días
de tintineos y escarcha. Lo que me gustaría muchísimo es que ese ánimo, esas
ganas de hacer cosas, de llevar adelante proyectos, de mirar las cosas desde un
punto de vista más positivo, de ser mejores personas, se quedara en nosotros
cada minuto de nuestra vida.
Por
eso las listas de propósitos de Año Nuevo son hermosas, loables, admirables,
pero poco ejecutables. Cuando las escribes lo haces desde un estado, diría yo,
artificial, influenciado por el olor característico de la época que
mezcla hallaca, pan de jamón,
canela; el sonido de villancicos, aguinaldos y gaitas; los arbolitos,
acebos y demás adornos donde quiera que vas y la imagen de las vendedoras con
el gorrito de Santa y la sonrisa en los labios.
Yo
prefiero no esperar el primer minuto del Año Nuevo para procurar ser mejor
persona. Si empezamos ahorita es más probable que se convierta en una actitud
permanente. Yo te propongo, desde ya, comenzar a ejecutar nuestros buenos
propósitos. ¿Hacemos la lista? Para luego es tarde.
Desde
aquí te envío mi agradecimiento por haberme leído durante el 2012 y te espero el próximo año para que sigamos poniendo más
ladrillos en nuestra vida en construcción.
Feliz
2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario