La
culpa, definitivamente, es una carga pesada y fea que a nadie le gusta llevar
encima. Es como esa bolsa que nadie quiere tener en la mano cuando está de paseo. Si vamos en grupo ninguno se quiere hacer
cargo de ella. Cada uno quiere disfrutar del paisaje sin nada de qué preocuparse.
Como seres dominados por aquello que llamamos ego,
somos reacios a pedir disculpas. El perdón del otro se nos hace innecesario
porque creemos que no nos hace falta para seguir adelante. Dejamos que el ego
nos maneje, y el orgullo, su máxima expresión, maneja nuestros pensamientos y
acciones, a pesar de que en el fondo sabemos que disculparse es la única manera
de deshacernos de la bolsa que no queremos cargar.
Vivimos tan encerrados en el ego que nos negamos el
derecho de mirar más allá. Negamos la existencia del otro con su verdad. Nos
rehusamos a vernos reflejados en los defectos de los demás. Nos creemos con
derecho a ofender al otro justificándonos con nuestros prejuicios y estados de
ánimo. Nos olvidamos de que somos espejos de lo que nos rodea y que aquello que
juzgamos en el otro también es parte de nuestra esencia. Mientras no lo reconozcamos
permaneceremos en el mismo sitio, estancados, sin avanzar en este proceso de
crecer como personas.
Nadie es perfecto, dicen, pero no debemos cejar en el
empeño de ser cada día mejores personas. Una de las cosas que nos ayuda a salir
del estancamiento espiritual es el aprender a disculparse. Pedir perdón y
perdonar son cosas que se nos hace difíciles pero que tenemos que tratar de
aprender para avanzar.
En mi modesta opinión, y habiendo tenido que pedir
disculpas innumerables veces y disculpar a otros otras cuantas, creo que si existiera un “Manual de la
disculpa” debería incluir algunas de las siguientes recomendaciones:
- La disculpa debe ser tan clara y certera como la ofensa.
- La disculpa debe ser oportuna. Si lo piensas mucho, haciéndole caso al ego, tus disculpas llegarán cuando el daño y las consecuencias de tu error se hayan multiplicado.
- La disculpa no debe tener peros, ni condiciones. No expliques, ni justifiques, pues eso le quita valor a tu disculpa.
- La disculpa no debe ser excluyente. Tú no decides a quiénes afectaste o no. Nunca sabes hasta dónde puede llegar el efecto de tus errores.
- La disculpa debe ser de corazón. Sé honesto y humilde. Acepta tu error desde el fondo de tu corazón y déjalo partir.
No es fácil. Nadie ha dicho que lo sea. Cada momento
de nuestra vida nos da la oportunidad de ser mejores. Está en nosotros
aprovecharla o no. Al final cada quien es responsable de escoger el ladrillo que pone en su vida en construcción.
!!!Hola Carolina!!!, Hermosa y muy oportuna tu Publicación, es realmente aleccionadora, Gracias por Postearla!!! Saludos y Abrazos a tus Padres.
ResponderEliminarCarolina!!, es Nenmy Blanco Infante.
ResponderEliminarYa les iba a dar saludos de parte de Anónimo. ;)
ResponderEliminarBesos.
MAS HERMOSA TU EXPOSICIÓN..CAROLA.
ResponderEliminarGRACIAS AMIGA DE SIEMPRE.
TE VISITARÉ CADA VEZ QUE PUEDA. UN REGALO PARA EL ALMA LEERTE..!!
BESOS
Gracias por la visita, la próxima con un cafecito virtual.
ResponderEliminarCayo eres demasiado. te quiero
ResponderEliminarEl sentimiento es mutuo : )
ResponderEliminarCreo que tu descripción es muy buena, pero te estas olvidando un detalle, no solo por orgullo las personas no quieren disculparse, si no por que están heridos, por que cuando se rompe un lazo fuerte que un ser querido ambos sufren mucho y es como si se les clavara una espina en el corazón, el momento de pedir perdón es como cuando se comienza a escarbar para sacar la herida, es doloroso, triste y es un momento donde también se discute, por que tienen que poner en claro sus diferencias, y aun así perdurar los buenos momentos, aunque el resultado de haber pedido perdón es algo reconfortante que te produce mucho alivio, el pedir perdón es doloroso, no por que hiera tu orgullo, si no que recuerdas el momento de las discusión.
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