Carolina González Arias

lunes, 29 de abril de 2013

De adoptar libros y otras historias...


Dios, la vida, el universo, la energía universal, o como quieras llamarlo nos está hablando constantemente, pero la mayoría de las veces no  nos damos la oportunidad ni el tiempo para escucharlo. Si estás esperando que te toque el hombro y te dé un sermón, déjame decirte que creo profundamente que por ahí no va la cosa. Tampoco creo en que lances una pregunta al cielo y una voz como la de James Earl Jones te conteste dando respuesta a tus inquietudes.
Como yo lo veo, es menos cinematográfico, nada de personajes vestidos de blanco ni llamas que surgen sin razón aparente. La cuestión es más natural. Es estar conscientes de que cada momento trae algo. En todo puedes hallar respuestas, mensajes, aclaratorias. ¿El secreto? Darnos el tiempo y el espacio para escuchar, sentir y entender.
¿A qué viene todo esto? A un episodio en particular que me ocurrió hace unos días. Pero déjame comenzar por el principio. Unos jóvenes emprendedores (@InteractivaSM y @RevistaNOS3) tuvieron la idea de crear un movimiento al que llamaron @AdoptaUnLibro con el objeto de incentivar la lectura. La idea es abandonar un libro en un lugar público con una nota* a fin de que alguien lo encuentre, lo lea y lo vuelva a abandonar. Yo, que soy una fanática de los libros, encontré la idea maravillosa y se la comenté a mis hijos.


En la noche, al llegar de su trabajo, mi hijo mayor me invitó a que fuéramos al centro comercial cercano a nuestra casa para que abandonáramos unos libros. A pesar de la hora y del cansancio, dije ¿por qué no? Comimos, pusimos las notas a nuestros libros y nos fuimos los tres en son de aventura.
Caminando y caminando decidí dejar el mío en una columna. Estaba al frente de una tienda, pero nadie miraba hacia afuera, así que aproveché. 
Las lanzas Coloradas. Arturo Uslar Pietri
Nos fuimos y subimos al segundo piso para ver el momento en el que se lo llevaran. Una chica de la tienda lo vio y se dirigía hacia él. De repente un vigilante del centro comercial llegó antes y lo tomó.  Vimos que se paró a conversar con la chica, le señalaba el libro, hablaba, hablaba, hablaba. Creíamos que se lo iba a dejar, pero después de una larga charla vimos cómo el vigilante se iba con el libro.
Seguimos al vigilante y lo vimos meter el libro en una caja de vidrio donde guardan los objetos perdidos. La desilusión nos atacó de golpe. Se nos arrugó el corazón al pensar que el libro quedara encerrado allí por los siglos de los siglos. Mi hijo reaccionó y me dijo: Hablemos con el vigilante. Confieso que no lo pensamos mucho, como tres locos recién salidos del sanatorio corrimos hacia el hombre que se alejaba de nosotros: ¡Epa, señor! ¡Amigo, amigo! ¡Hey, amigoooo! Al fin el vigilante nos vio y le echamos el cuento. “Ese libro no está perdido señor, lo dejamos como parte de bla, bla, bla, bla…”
Ahí comenzó la aventura. El vigilante resultó ser un excelente conversador y lector apasionado. Dijo que se emocionó mucho al ver ese libro de su autor favorito (Lanzas Coloradas de Arturo Uslar Pietri) colocado allí como un tesoro. “Un tesoro” repetía. Allí nos enteramos de que la larga conversación con la chica de la tienda versó sobre la admiración de él por Uslar Pietri, los años que pasó viendo sus programas, leyendo sus libros y columnas en la prensa. La intensidad con la que lo contaba nos emocionó. “Esto es un tesoro”, decía de nuevo, “ya sé a quién se lo voy a dar”.
Nos decía que tenía un amigo a quien le gustaba mucho leer y se lo iba a regalar, para que conociera la grandeza de Uslar. Pasamos largo rato conversando. Nos preparábamos para irnos, cuando Chanchamire (ese es su apellido) nos atrajo de nuevo diciéndonos: así se hacen las cosas buenas, ustedes no saben lo grande que es esto. Dicho esto nos quiso echar un cuento de sus tiempos de policía y con gusto nos quedamos a escucharlo.
Hacía muchos años atrás, una noche haciendo su ronda, vio a un vagabundo. Algo en su corazón le dijo que debía hacer algo y decidió llevarlo a la comisaría para que no pasara la noche en la calle. En la comisaria lo bañaron y le dieron ropa limpia, lo afeitaron y le dieron de comer.
Cuenta Chanchamire que al volver a su trabajo al día siguiente, le tocó quedarse en vez de salir a hacer ronda. A las afueras de las oficinas vio a una señora muy compungida. Otra vez haciendo caso a su corazón, salió y le preguntó si le ocurría algo y si podía ayudarla. La señora con lágrimas en los ojos le decía que estaba buscando a su hijo, que se había perdido hacía meses. Ella ya había dado vueltas y vueltas por distintas ciudades y no lo conseguía y ya no tenía fuerzas para seguir, por lo que se regresaba a su pueblo. Chanchamire le preguntó si tenía una foto del muchacho, quien sabe si en alguna de sus rondas lo veía y le avisaba. La señora sacó una foto de la cartera, se la mostró y oh sorpresa para el policía, era el vagabundo que había traído a la comisaría.
Llevó a la señora adentro, le preguntó a su jefe por el muchacho y le dijeron que seguía allí. Mayor emoción cuando la señora se reencontró con su hijo, y con llanto le preguntaba a Chanchamire que cómo le podía pagar.
Mirábamos al vigilante preguntándole con los ojos qué había pasado, qué había recibido de la señora. Nada, nos dijo, le dije que la vida se encargaría de eso. Que fuera tranquila y cuidara a su hijo. En la vida todo regresa, nos dijo. Si haces bien, seguro en algún momento el bien regresa a ti. Siempre se puede hacer algo bueno, nos dijo al despedirnos.
De allí, fuimos a otro lado del centro comercial a dejar el libro que mi hijo había escogido para dar en adopción. Lo dejamos en una mesa, nos fuimos a observar y en menos de tres minutos la misión fue cumplida.
¿Quién se ha llevado mi queso? Spencer Johnson
De camino a casa íbamos con el corazón lleno de cosas bonitas. La satisfacción de dar algo que quieres en la confianza de que otro lo disfrutará; y comprender que más allá de las caras que vemos pasar sin prestar atención hay corazones con algo para ofrecer, en este caso Chanchamire no solo nos regocijó por su pasión por Uslar y su emoción al saber que le iba a dar a su amigo un hermoso regalo sino por la bella historia que nos contó.
Insisto, el universo te habla constantemente, todo es cuestión de prestarle atención. Cada vez que entiendes lo que te dice pones otro ladrillo en tu vida en construcción.

8 comentarios:

  1. Me gusto mucho, mi amada amiga Carolina, estamos siempre en construcción, te mando un montón de bloques y cabillas de amor

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  2. Fascinante mi Caro. Gracias por compartir tu vivencia. El universo se la pasa conspirando pa' que nos pasen cosas bonitas. Siempre recuerdo cómo te conocí.

    Todo mi amor!

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  3. hola me tope con este hermoso blog d casualidad, quiero felicitarte por escribir estas lineas q me llegan al corazon y a creer que si existe gente con corazones grandes con ganas de ayudar aunque sea con sus palabras, en estos tiempos q a veces no se sabe q esperar d las de mas personas y q me hace pensar en el dicho d q no debemos juzgar a todos por igual,saludos te seguire leyendo, gracias

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    1. Gracias. Eres bienvenida a leer y a poner ladrillos en nuestras vidas en construcción.

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  4. Carolina, qué belleza de historia y sabés que acá en Argentina también cada tanto se hacen la "liberación de libros" desde que conocí la idea me pareció genial!!

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