Dios, la vida,
el universo, la energía universal, o como quieras llamarlo nos está hablando
constantemente, pero la mayoría de las veces no
nos damos la oportunidad ni el tiempo para escucharlo. Si estás
esperando que te toque el hombro y te dé un sermón, déjame decirte que creo
profundamente que por ahí no va la cosa. Tampoco creo en que lances una
pregunta al cielo y una voz como la de James Earl Jones te conteste dando
respuesta a tus inquietudes.
Como yo lo veo,
es menos cinematográfico, nada
de personajes vestidos de blanco ni llamas que surgen sin razón aparente. La
cuestión es más natural. Es estar conscientes de que cada momento trae algo. En
todo puedes hallar respuestas, mensajes, aclaratorias. ¿El secreto? Darnos el
tiempo y el espacio para escuchar, sentir y entender.
¿A qué viene todo esto? A un
episodio en particular que me ocurrió hace unos días. Pero déjame comenzar por
el principio. Unos jóvenes emprendedores (@InteractivaSM y @RevistaNOS3)
tuvieron la idea de crear un movimiento al que llamaron @AdoptaUnLibro con el
objeto de incentivar la lectura. La idea es abandonar un libro en un lugar
público con una nota* a fin de que alguien lo encuentre, lo lea y lo vuelva a
abandonar. Yo, que soy una fanática de los libros, encontré la idea maravillosa
y se la comenté a mis hijos.
En la noche, al llegar de su
trabajo, mi hijo mayor me invitó a que fuéramos al centro comercial cercano a
nuestra casa para que abandonáramos unos libros. A pesar de la hora y del
cansancio, dije ¿por qué no? Comimos, pusimos las notas a nuestros libros y nos
fuimos los tres en son de aventura.
Caminando y caminando decidí dejar
el mío en una columna. Estaba al frente de una tienda, pero nadie miraba hacia
afuera, así que aproveché.
Las lanzas Coloradas. Arturo Uslar Pietri |
Nos fuimos y subimos al segundo piso para ver el
momento en el que se lo llevaran. Una chica de la tienda lo vio y se dirigía hacia
él. De repente un vigilante del centro comercial llegó antes y lo
tomó. Vimos que se paró a conversar con
la chica, le señalaba el libro, hablaba, hablaba, hablaba. Creíamos que se lo
iba a dejar, pero después de una larga charla vimos cómo el vigilante se iba
con el libro.
Seguimos al vigilante y lo vimos
meter el libro en una caja de vidrio donde guardan los objetos perdidos. La
desilusión nos atacó de golpe. Se nos arrugó el corazón al pensar que el libro
quedara encerrado allí por los siglos de los siglos. Mi hijo reaccionó y me
dijo: Hablemos con el vigilante. Confieso que no lo pensamos mucho, como tres
locos recién salidos del sanatorio corrimos hacia el hombre que se alejaba de
nosotros: ¡Epa, señor! ¡Amigo, amigo! ¡Hey, amigoooo! Al fin el vigilante nos
vio y le echamos el cuento. “Ese libro no está perdido señor, lo dejamos como
parte de bla, bla, bla, bla…”
Ahí comenzó la aventura. El
vigilante resultó ser un excelente conversador y lector apasionado. Dijo que se
emocionó mucho al ver ese libro de su autor favorito (Lanzas Coloradas de
Arturo Uslar Pietri) colocado allí como un tesoro. “Un tesoro” repetía. Allí
nos enteramos de que la larga conversación con la chica de la tienda versó
sobre la admiración de él por Uslar Pietri, los años que pasó viendo sus
programas, leyendo sus libros y columnas en la prensa. La intensidad con la que lo contaba nos
emocionó. “Esto es un tesoro”, decía de nuevo, “ya sé a quién se lo voy a dar”.
Nos decía que tenía un amigo a quien
le gustaba mucho leer y se lo iba a regalar, para que conociera la grandeza de
Uslar. Pasamos largo rato conversando. Nos preparábamos para irnos, cuando
Chanchamire (ese es su apellido) nos atrajo de nuevo diciéndonos: así se hacen
las cosas buenas, ustedes no saben lo grande que es esto. Dicho esto nos quiso
echar un cuento de sus tiempos de policía y con gusto nos quedamos a
escucharlo.
Hacía muchos años atrás, una noche haciendo
su ronda, vio a un vagabundo. Algo en su corazón le dijo que debía hacer algo y
decidió llevarlo a la comisaría para que no pasara la noche en la calle. En la
comisaria lo bañaron y le dieron ropa limpia, lo afeitaron y le dieron de
comer.
Cuenta Chanchamire que al volver a
su trabajo al día siguiente, le tocó quedarse en vez de salir a hacer ronda. A
las afueras de las oficinas vio a una señora muy compungida. Otra vez haciendo
caso a su corazón, salió y le preguntó si le ocurría algo y si podía ayudarla.
La señora con lágrimas en los ojos le decía que estaba buscando a su hijo, que
se había perdido hacía meses. Ella ya había dado vueltas y vueltas por
distintas ciudades y no lo conseguía y ya no tenía fuerzas para seguir, por lo
que se regresaba a su pueblo. Chanchamire le preguntó si tenía una foto del
muchacho, quien sabe si en alguna de sus rondas lo veía y le avisaba. La señora
sacó una foto de la cartera, se la mostró y oh sorpresa para el policía, era el
vagabundo que había traído a la comisaría.
Llevó a la señora adentro, le
preguntó a su jefe por el muchacho y le dijeron que seguía allí. Mayor emoción
cuando la señora se reencontró con su hijo, y con llanto le preguntaba a
Chanchamire que cómo le podía pagar.
Mirábamos al vigilante preguntándole
con los ojos qué había pasado, qué había recibido de la señora. Nada, nos dijo,
le dije que la vida se encargaría de eso. Que fuera tranquila y cuidara a su
hijo. En la vida todo regresa, nos dijo. Si haces bien, seguro en algún momento
el bien regresa a ti. Siempre se puede hacer algo bueno, nos dijo al
despedirnos.
De allí, fuimos a otro lado del
centro comercial a dejar el libro que mi hijo había escogido para dar en
adopción. Lo dejamos en una mesa, nos fuimos a observar y en menos de tres
minutos la misión fue cumplida.
¿Quién se ha llevado mi queso? Spencer Johnson |
De camino a casa íbamos con el
corazón lleno de cosas bonitas. La satisfacción de dar algo que quieres en la confianza
de que otro lo disfrutará; y comprender que más allá de las caras que vemos
pasar sin prestar atención hay corazones con algo para ofrecer, en este caso
Chanchamire no solo nos regocijó por su pasión por Uslar y su emoción al saber
que le iba a dar a su amigo un hermoso regalo sino por la bella historia que
nos contó.
Insisto, el universo te habla
constantemente, todo es cuestión de prestarle atención. Cada vez que entiendes
lo que te dice pones otro ladrillo en tu vida en construcción.
Me gusto mucho, mi amada amiga Carolina, estamos siempre en construcción, te mando un montón de bloques y cabillas de amor
ResponderEliminarGracias, Jocy. Un besote <3
ResponderEliminarFascinante mi Caro. Gracias por compartir tu vivencia. El universo se la pasa conspirando pa' que nos pasen cosas bonitas. Siempre recuerdo cómo te conocí.
ResponderEliminarTodo mi amor!
Así es :)
Eliminarhola me tope con este hermoso blog d casualidad, quiero felicitarte por escribir estas lineas q me llegan al corazon y a creer que si existe gente con corazones grandes con ganas de ayudar aunque sea con sus palabras, en estos tiempos q a veces no se sabe q esperar d las de mas personas y q me hace pensar en el dicho d q no debemos juzgar a todos por igual,saludos te seguire leyendo, gracias
ResponderEliminarGracias. Eres bienvenida a leer y a poner ladrillos en nuestras vidas en construcción.
EliminarCarolina, qué belleza de historia y sabés que acá en Argentina también cada tanto se hacen la "liberación de libros" desde que conocí la idea me pareció genial!!
ResponderEliminarGracias por la visita, Paula. :)
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