Carolina González Arias

domingo, 26 de abril de 2015

Hasta luego, Gilberto.

Yo escribo todo el tiempo. Escribir ha sido, desde que me conozco, mi válvula de escape. Si estoy feliz, escribo; si estoy preocupada, escribo; si tengo una gran molestia, escribo; si tengo dolor, escribo. Hoy escribo con una gran tristeza en el alma. Uno de esos dolores que te perfora el corazón y de los que crees que no será posible salir.
Hoy se ha ido un ser al que he considerado un maestro e inspiración en mi vida, tanto profesional como personal. Hace siete años escribía yo un post dedicado a él. Los sueños no tienen edad se llamaba ese texto que escribí sobre este hombre que fue ejemplo de vida para quienes lo conocimos.
Pudiera hacer una lista de las cosas que admiraba y siempre admiraré de Gilberto Aristimuño y seguro que me quedaré corta. Su don de gente, su risa fácil, su perseverancia, su  constancia, su verbo sabroso, sus cuentos que hipnotizaban, su amor por la familia, su espíritu colaborador, su amistad sin límites, su mano siempre tendida, y así pudiera seguir, porque con cada lágrima me llega un recuerdo más.
Gilberto fue el padrino espiritual de mi libro. Antes de presentarlo formalmente, un día de junio, en la intimidad de mi sala, mi familia y la suya nos reunimos para que él le diera su bendición. Sé que puso todo su amor en ese acto simbólico y llenó de energía positiva a ese sueño que yo acababa de cumplir.
Gilberto se fue. Su cuerpo necesitaba descansar porque él era de los que no le daba tregua a la vida. Siempre despierto, siempre pensando, siempre al pie del cañón. Eso reconforta a quienes tuvimos el inmenso privilegio de contar con él en nuestro camino. Vivió a plenitud y entregó todo lo que había en su corazón para entregar. 
Hoy estoy triste, es verdad. Lo voy a extrañar, claro que sí. Pero sé que cada vez que piense en él podré esbozar una sonrisa y recordaré que en nuestro último encuentro, a pocos días de su partida al visitarlo en la clínica, me regaló su sonrisa y no pudo aguantarse un comentario pícaro y dicharachero: "carajo, tan buenamoza como siempre". Gracias, Gilberto, por haber existido y darme la dicha de tu amistad. Gracias por haber sido y ser por siempre uno de los ladrillos más hermosos de mi vida en construcción.

4 comentarios:

  1. Bello tributo a tu guía espiritual... QEPD

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Hoy es una de esas veces en las que no me conformé con los recuerdos que me acompañan siempre de de mi viejito amado y me puse a hurgar y encontre este hermoso escrito que me llena el alma.
    Gracias Carolina

    ResponderEliminar